El barón Armstrong, un paradójico precursor del ecologismo

Los mayores progresos de la civilización se experimentan inicialmente como sus peores amenazas.
Alfred North Whitehead

Tal vez el periodo de mayor cambio que ha sufrido la humanidad sea el que abarca los finales del siglo XIX y los comienzos del XX: el telégrafo y el teléfono, el motor de explosión, los antibióticos y la medicina moderna, los fertilizantes nitrogenados, la grabación del sonido y el cine, los alimentos enlatados, el refrigerador, la lavadora... y en medio de ello, de una forma u otra, la electricidad.

Sin duda, una época fascinante desde el punto de vista del progreso; pero como ya sabemos la tecnología per se es neutral, pero no tanto las intenciones con las que la usamos, tal como demuestra nuestro manejo de elementos radioactivos, que pueden ser utilizados en tratamientos médicos o con fines bélicos.

1000 cosas avanzan y 999 retroceden: esto es el progreso.


Un claro ejemplo de esta existencia de luces y sombras es la figura de William George Armstrong, primer barón Armstrong, científico, inventor, empresario y filántropo británico. Nacido en Newcastle upon Tyne en 1810, estudió derecho por imposición paterna, aunque siempre tuvo una clara vocación hacia la ingeniería.
El barón Armstrong, en torno a 1870 (J. Cosmas Vintage Photography)
En el verano de 1835, pescando en el río durante sus vacaciones, tuvo la gran revelación. Observando un molino de agua razonó sobre la gran cantidad de energía que podría generarse con incluso una pequeña cantidad de agua si se concentrase adecuadamente en una columna. Construyó una pequeña máquina en Newcastle, que pasó bastante desapercibida, aunque le sirvió para darse cuenta de que sería más eficaz un sistema de pistón que uno rotatorio. Tres años después publicó un artículo en la revista The Mechanics Magazine explicando su idea de grúa hidráulica.

En 1845 propuso a la Newcastle Corporation el uso de grúas hidráulicas en los muelles aprovechando la nueva traída de aguas a la ciudad, que demostraron ser un éxito. En 1846 fue aceptado como Fellow de la Royal Society como científico aficionado. En 1847 renunció a la abogacía y fundó en Newcastle la firma W G Armstrong Whitworth & Co Ltd para fabricación de grúas hidráulicas, que en pocos años llegó a ser una gran empresa, con 3.800 empleados en 1863, año donde poco a poco fue abandonando el liderazgo de la compañía.

Durante su periodo de mayor actividad fue responsable de diversos inventos que contribuyeron a cambiar el mundo, pues además de las grúas hidráulicas también fue responsable del acumulador hidráulico, y de diseños con una intención mucho más innoble, como el cañón Armstrong, creación por la que fue nombrado Knight Bachelor. Para evitar conflictos de intereses entre su empresa y el Departamento de Guerra del que comenzó a formar parte fundó la Elswick Ordnance Company, en la que no tenía participación financiera inicialmente. 

Pero en 1864 renunció al puesto del Departamento de Guerra y fusionó sus dos empresas, gracias a lo cual llegó a convertirse en uno de los hombres más ricos de Europa, suministrando cañones a la marina británica o vendiendo armas a ambos bandos durante la Guerra de Secesión de los EEUU. De su empresa se llegó a decir, tras construir un astillero en Elswick, que era la única de construir un acorazado completo, incluyendo su artillería. Aunque como ejemplo de su capacidad está que, en 1894, fue la empresa que construyó e instaló los motores de bombeo impulsados ​​por vapor, los acumuladores hidráulicos y los motores de bombeo hidráulico del Tower Bridge de Londres.

Las paradojas en torno a su figura no se detienen en esta combinación entre genio de la mecánica y responsable de la artillería moderna (que en la Gran Guerra se llevaría la vida de millones por delante), ya que aúna también la filantropía con los abusos laborales. Si bien financió museos, bibliotecas, escuelas, el germen de la Universidad de Newcastle y el parque Armstrong de la ciudad, fue inflexible con sus trabajadores: en la huelga de 1871 se negó a otorgarles una jornada laboral de 9 horas y no construyó viviendas para los mismos como sí hacían otros industriales.
Ilustración de un cañón Armstrong de 600 libras durante la Guerra de Secesión (Son of the South)

Vivimos en la tierra como si tuviéramos otra a la que ir


Pero la gran curiosidad sobre Mr. Armstrong es que fue, en lo referente a la defensa de las energías renovables y el ecologismo, un gran adelantado a su tiempo. En una visita a Madrid alabó la limpieza del aire (¡como cambian los tiempos!), lo cual fue un impulso a su deseo de limitar los humos de su contaminado Newcastle natal. Impulsor del alumbrado público, predijo en 1863 que Inglaterra dejaría de consumir carbón en 200 años, y alabó tanto la energía hidroeléctrica como la solar. 

Ese mismo año 1863 compró unos terrenos donde construyó su nueva casa de campo, Cragside, la primera del mundo en ser iluminada con energía hidroeléctrica; como curiosidad adicional, las bombillas no se corresponden con el diseño de Edison, si no con las patentadas originalmente por Joseph Swan. Además, en la finca plantó 7 millones de árboles y creo varios lagos artificiales para poder generar la energía eléctrica de la propiedad, que sirvió de tarjeta de visita de la capacidad industrial británica, al servir de residencia a eminentes invitados como el Sha de Persia o el rey de Siam.
Una de las salas interiores de Cragside (The Telegraph)
William Armstrong, primer ingeniero en formar parte de la Cámara de los Lores y primer Barón Armstrong de Cragside, falleció con el siglo XIX, ya que murió durante su última semana, el 27 de diciembre de 1900, y fue enterrado el último día del siglo. Es muy probable que hubiera sentido un gran interés por los inventos de Frank Shuman, inventor estadounidense pionero en el uso de la energía solar, el cual construyó en 1913 en el desierto egipcio la primera planta de canal parabólico. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial acabó con su vida y con el proyecto. Pero esa, como suele decirse, es otra historia.

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