En contra de la utopía

Paraíso, s. Lugar donde los malvados cesan de perturbarnos hablando de sus asuntos personales, y los buenos escuchan con atención mientras exponemos los nuestros.
Diccionario del diablo (Ambrose Bierce)

Uno es de natural pesimista, en el mejor sentido de la palabra; un optimista dirá que vivimos en el mejor de los mundos posibles... los pesimistas tememos que esto sea cierto. Y es que digan lo que digan del vaso proverbial, técnicamente siempre está lleno, lo que pasa es que un 50% es aire.

La humanidad, desde sus orígenes, ha imaginado mundos mejores e idílicos, ya que la hierba del otro prado siempre es más verde. Desde el primigenio Edén judeocristiano, la tan traída y llevada Atlántida, y El Dorado de los conquistadores, los hombres y mujeres de todo tiempo han creído en un lugar lejano e ignoto donde la vida es fácil, justa y próspera. Aunque una de las primeras paradojas que se dan es que son lejanas para según quién; tal como cuenta Bocaccio en el Decamerón:
[...] Calandrino le preguntó a este, siguiendo su conversación, dónde se encontraban esas piedras tan prodigiosas. Maso respondió que la mayoría se encontraban en Berlinzón, tierra de los vascos, en un país que se llama Jauja, en donde se atan los perros con longaniza, y se consigue una oca por un dinar, y además un ganso; [...]
Así que habría que haber preguntado a los habitantes del señorío de Vizcaya dónde se situaba para ellos, sobre todo teniendo en cuenta que estaban a gorrazos unos con otros en plena guerra de los banderizos.

En contra de la utopía: El país de Jauja, Pieter Bruegel
El país de Cucaña, Pieter Bruegel (Alte Pinakothek)
El infierno son los demás

Lógicamente, en cada época ese lugar mágico y maravilloso reflejaba los anhelos de quienes lo imaginaba. El país de Cucaña (o de Jauja, tras la conquista de esta ciudad americana) representaba la abundancia de comida y la holganza, anhelos lógicos en una sociedad medieval donde la mayor parte de la población debía deslomarse de sol a sol para poder llevar una dieta tirando a exigua. Y si, como escuchamos en Carmina Burana, servía para meterse un poco con el clero (Ego sum abbas Cucaniensis), mucho mejor. Los conquistadores del siglo XVI ansiaban El Dorado como paradigma de la riqueza y la abundancia que habían ido a buscar a América, ya que solamente de la hidalguía no se come.

Sin embargo, en cuanto rascamos la superficie, encontramos que las utopías sólo encajan en la fantasía, ya que al intentar implementarlas nos encontramos realmente con una distopía. La utopía de unos se convierte necesariamente en el infierno de los demás, ya que, de tener visos de ser realizables, tienen un carácter necesariamente excluyente. En la propia isla de Utopía de Thomas More se resalta que hay libertad de expresión, pensamiento y culto, pero los ateos «eran tenidos por peores que bestias, y ni siquiera les hacían figurar entre el número de los ciudadanos, como seres que sin temor alguno al más allá no harán caso de ninguna buena ley ni sana costumbre

En contra de la utopía: Homer en su propia utopía
Homer en su propia utopía (Solo otro blog infame)
Entonces, si aquellas de tipo teórico y literario ya son imperfectas y excluyentes para alguna gente, ¿qué podemos esperar de aquellas que pretenden organizarse en el mundo real? Pues podemos llegar incluso a escenarios como el central del siglo XX, con el choque entre la utopía germánica del NSDAP y la utopía socialista de la URSS, con un resultado de más de 50 millones de muertos.

Ten cuidado con lo que deseas, no sea que lo consigas

Incluso sin llegar a esos extremos, hay que tener en cuenta las consecuencias paradójicas que podrían tener. Por ejemplo, a través de la crítica a nuestra sociedad, podríamos llegar a alcanzar un estado supuestamente ideal; al ser teóricamente perfecto, no tendría cabida la crítica. Si no existe la crítica no podrá haber cambios en la sociedad. ¿Es realmente perfecta una sociedad que no permite la crítica y es inamovible? A mí me recuerda demasiado a un sitio bien real llamado Corea del Norte.

Igualmente, en un mundo donde la gente alcanzase una gran longevidad, con un envidiable estado de salud, puesto que los recursos mundiales son finitos, ¿no implicaría tener que aplicar técnicas eugenésicas a las siguientes generaciones? Pensemos, y sin querer meternos en camisas de once varas, ¿cual sería la sociedad perfecta que organizarían los miembros del FMI, que sólo nos percibe a todos como Homo Economicus
En contra de la utopía: Las castas de "Un mundo feliz", de Huxley
Los Alphas del mundo feliz de Huxley sin duda vivían en el mejor mundo posible... ¿Y el resto? (La sociedad supersecreta)
El gran problema de estos sitios ideales es que son, precisamente, ideales. Platónicos, y tal vez nunca mejor dichoAdemás, son hijas de su tiempo, y por lo tanto, serían incapaces de incluir nuevas ideas: si hubiéramos alcanzado una supuesta utopía en el siglo XVII, ¿dónde habrían quedado la Ilustración, el feminismo, la revolución industrial? Eso sí, nuestra alma sin duda estaría salvada.

Del mismo modo que sería ridículo por parte de los ingenieros como un servidor desear sistemas absolutamente perfectos porque nos iríamos al paro, ya que ¿para qué diseñar nada más?, es muy peligroso desear una utopía: tal vez luego no seamos suficientemente buenos alemanes / creyentes / comunistas / [completar lo que corresponda]. 

Ahora bien, es nuestra obligación ir mejorando todo poco a poco; a veces con pequeños cambios, a veces con remodelaciones a fondo. Tal vez las utopías nos ayuden a ver parte del camino para ello, pero siempre teniendo cuidado: como dijo Karl Popper «aquello que nos promete el paraíso en la tierra nunca produjo nada, sino un infierno».

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