Del palo afilado a la ciberguerra: la tecnología en el campo de batalla (VI)

La aviación está bien como deporte, pero es inútil como instrumento bélico.
General Ferdinand Foch

Hola a todos. Tras examinar en las últimas entradas como los seres humanos cada vez nos hemos vuelto más exigentes con eso de masacrarnos, llegamos ahora a un periodo que vio un aumento exponencial de la capacidad para ello. Y es que la primera mitad del siglo XX vio dos guerras mundiales (en realidad, una sola con un largo intermedio), durante las cuales la tecnología bélica vivió un vertiginoso perfeccionamiento.

Con las primeras luces del siglo nace la aviación; si bien la primera impresión sobre el logro de los hermanos Wright en 1903 apenas suscitó interés militar (como la frase que encabeza esta entrada atestigua), el devenir del siglo convirtió a los aviones de combate en el arma más decisiva de la guerra moderna, pues quien domina el espacio aéreo puede golpear prácticamente donde desee. 

Reconstrucción del precioso Fokker triplano de Manfred Von Richthofen. Imagen de Anfrix.com
Reconstrucción del precioso Fokker triplano de
Manfred Von Richthofen. Imagen de Anfrix.com
Fue durante la Gran Guerra, Aunque inicialmente se usaron los dirigibles, que los primitivos aeroplanos pronto dejaron las misiones de reconocimiento para comenzar las de bombardeo y combate, dando lugar a los ases: modernos caballeros medievales que basaron a menudo sus combates en un código de honor. Llegados aquí, recomiendo el visionado de la película El barón rojo, donde podremos ver espectaculares combates aéreos con fieles reconstrucciones de los modelos de aquella época, como el Sopwith Camel o el legendario Fokker Triplano pintado en rojo, escoltado por el imponente circo volante.

Mientras tanto, en tierra, la fiel infantería se llevaba la parte del león. Debido a la gran potencia de fuego de la artillería, la caballería desapareció durante la guerra como arma eficaz, al no disponer de terreno adecuado. Las ya citadas ametralladoras, las complejas redes de alambradas y trincheras, y, especialmente, la ineptitud de los mandos, incapaces de comprender el potencial de las armas modernas frente a las tácticas de 100 años atrás, condujeron al exterminio a una generación de europeos. 

Carro Mark I británico. Imagen de Wikimedia.
Carro Mark I británico. Imagen de Wikimedia.
La cuestión es que ambos bandos intentaron romper el empate técnico desarrollando nuevas armas, rápidamente imitadas por el enemigo: las granadas de mano industriales en 1914 (ya existían previamente modelos artesanales), las armas químicas ese mismo año, y, sobre todo, el primer carro de combate, Mark I, aparecido en la batalla del Somme en 1916. Paradójicamente, ninguna de estas armas desequilibró la contienda por sí misma, siendo el agotamiento alemán durante su canto del cisne la causa del fin del conflicto. Lamentablemente, la firma del draconiano tratado de Versalles pondrá un punto y aparte, que no punto final, a la matanza.

Uno de los veteranos de aquella guerra, como es sabido, consiguió que el mundo estallara en el conflicto más cruel de la historia 20 años más tarde. Durante el ínterin hubo importantes avances, de tipo defensivo: la inútil línea Maginot, y el radar. Aunque todas las potencias perseguían este avance, lógico con el auge de la aviación, fueron los británicos en 1935 quienes consiguieron el mejor modelo; paradójicamente, usando antenas Yagi-Uda, de origen japonés, tal como ya explicamos en la entrada sobre el tema.

La 2ª Guerra Mundial revolucionó lo que el mundo creía conocer sobre el arte de la guerra, y sobre la capacidad del ser humano para la destrucción. Si bien sí se asimiló la capacidad destructiva de la tecnología diseñada a tal efecto, esto se hizo en el peor sentido posible: llevándola hasta el extremo. Los alemanes aprendieron a usar de forma combinada el poder de la infantería, la artillería, la aviación y la moderna caballería que son los carros de combate mediante la blitzkrieg, la guerra relámpago; esta táctica, que aprovechaba todo el potencial de las armas inventadas 20 años antes, consiguió derrotar al teóricamente ejército más poderoso del mundo, el francés, en cuestión de semanas. 

Escuadrilla de Hurricanes en formación. Imagen de Wikimedia.
Escuadrilla de Hurricanes en formación.
Imagen de Wikimedia.
Las panzerdivisionen germanas, que habían perfeccionado algunas de sus tácticas durante la guerra civil española, fueron durante los primeros años de la guerra virtualmente indestructibles, gracias a lo avanzado de su tecnología y las tácticas que las aprovecharon al máximo. No consiguió esa aura de invencibilidad la Luftwaffe, que si bien estuvo a punto de derrotar a la RAF, sufrió la importante rémora de combatir sobre territorio británico, lo que los ingenieros y estrategas alemanes no fueron capaces de paliar. En todo caso, el sonido de los Stukas y Messerschmitts debió resultar para los ingleses tan aterrador como reconfortante el de los Spitfires... aunque los que realmente llevaron el peso de la defensa fueron los a menudo olvidados Hurricanes.

El conflicto fue disputado en todos los medios, y en todos se produjeron importantes avances; los más importantes fueron los desarrollados por alemanes y norteamericanos. En este segundo caso, la impresionante capacidad industrial resultó decisiva, al aportar no sólo los avances en sí, si no la capacidad de fabricación masiva; por ejemplo, sobre la inmensa capacidad de bombardeo de los B-29 Superfortress puede dar fe tanto Japón como media Europa. 

Pero esta capacidad resultó particularmente decisiva en el frente del Pacífico: en el momento del ataque a Pearl Harbor los Mitsubishi Zero superaban técnicamente a los cazas americanos, y la marina estadounidense era bastante reducida. Al final de la guerra, los Mustang P-51 (el Cadillac del cielo) barrían a los nipones, mientras su armada superaba, en tamaño, a todas las demás del mundo juntas. Además, cambiaron totalmente las leyes de la guerra naval: en 1942, Midway fue la primera batalla de la historia en la que ambas flotas no llegaron a verse, siendo la fuerza aérea embarcada la que soportó el choque. Y es que los portaaviones, cuyos primeros diseños son de 1912, había sufrido una evolución que los ha convertido, hasta nuestros días, en los dominadores de los mares.

El pequeño y eficaz carro T-34, en el memorial soviético de Berlín. Archivo personal.
El pequeño y eficaz carro T-34, en el memorial soviético de Berlín. Archivo personal.
En tierra la evolución del carro de combate fue impresionante en pocos años; un buen ejemplo son los pequeños T34 soviéticos (los primeros en plantar cara realmente a los panzer gracias a su equilibrio entre potencia, blindaje y movilidad), los enormes IS, y los versátiles Sherman americanos. Este último tenía un diseño que permitía múltiples adaptaciones (barreminas, tiendepuentes, lanzacohetes, etc.) que, curiosamente, fueron los británicos quienes mejor supieron aprovechar, y resultaron de gran ayuda durante la operación Overlord; algunos historiadores indican que de haber aprovechado debidamente estas adaptaciones, el desembarco en playa Omaha hubiera resultado mucho menos cruento para los norteamericanos.

Entre las armas de mano destaca la aparición del fusil de asalto, desarrollados por los alemanes al final de la guerra; pocos después los soviéticos usarían el concepto para diseñar un arma aun en uso hoy día: el AK-47, más conocido como Kaláshnikov. Además, un elemento que no era propiamente un arma, aunque fue tan decisiva como los blindados: el humilde, versátil, resistente y fiable Jeep. Diseñado en 1940, fue descrito por Marshall como la mayor contribución de los EEUU a las operaciones de guerra modernas.

Explosión nuclear. Imagen de Artium.
Explosión nuclear. Imagen de Artium.
Pero, en todo caso, los grandes avances del conflicto se situaron en la guerra aérea; además de los ya citados, aparecieron avances que demostrarían su eficacia en conflictos posteriores. Por ejemplo, los alemanes desarrollaron los aviones a reacción, como el Messerschmitt 262, que apareció en 1944, demasiado tarde para ser decisivo en el conflicto. 

El helicóptero se diseñó en EEUU en 1942 (diseñado por un ucraniano), utilizado en principio como equipamiento de apoyo, e, igualmente, no comenzó a tomar protagonismo hasta conflictos posteriores. Sí que lo tuvieron, especialmente psicológico, los primeros misiles: los V2 alemanes, desarrollados en 1942 por un genio, Wernher Von Braun, que lamentablemente utilizó su gran inteligencia para un fin muy poco noble; posteriormente, los americanos hicieron borrón y cuenta nueva con él y lo convirtieron en el padre del programa Apolo.

La guerra finalizó con la gran revolución tecnológica en el campo bélico; posiblemente, el mayor avance bélico producido jamás: las armas atómicas. Las explosiones en Hiroshima y Nagasaki en 1945 no cambiaron el curso de la guerra, puesto que Japón ya estaba inerme, y realmente fueron una advertencia a Stalin por parte de los aliados occidentales; precisamente por ello revolucionaron la geoestrategia mundial de un modo que aún se deja sentir.

De la larga guerra fría que empezó tras aquellas explosiones, y de las tecnologías que veremos en acción en los próximos conflictos, hablaremos en la última entrada de esta serie. Hasta entonces, cuídense. 

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